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11.08.2016

Cuando la ansiedad nos ataca

Por: Dr. Charles Stanley

Filipenses 4.6, 7

Si usted necesitara un asesor, ¿contrataría a cualquiera? Por supuesto que no. Se aseguraría de que fuera alguien con una experiencia que respalde sus palabras. El apóstol Pablo estaba, sin duda, calificado para enseñar en cuanto a la importancia del contentamiento, ya que estaba escribiendo desde un calabozo.

En el pasaje de hoy, Pablo dice que la oración guardará de ansiedad al corazón del creyente. Orar correctamente resultará en la protección más eficaz, y por eso es sabio seguir el modelo que Jesús nos dio. El Padrenuestro enfatiza la adoración al Padre, no el valor de nuestras palabras (Mt 6.9-13).

Dios quiere, sin duda, escuchar lo que nos preocupa (Fil 4.6), pero si los problemas es lo único que nos lleva a arrodillarnos, no hemos entendido el punto esencial de nuestra relación con Él.
¿Por qué espera el Señor que le honremos, cuando lo que queremos es ayuda inmediata para nuestros problemas? Porque donde está la mente, está también el corazón. 

Concentrarse en su grandeza pone nuestras necesidades en la perspectiva correcta y nos anima a estar tranquilos.
Él tiene el control y está en actividad (Ro 8.28). Piense en la oración de Jesús en el Getsemaní (Mt 26.36-46). Aunque estaba clamando por socorro, se sometió, no obstante, a la voluntad superior del Padre (Mt 26.39). En consecuencia, una paz sobrenatural le fortaleció y le dio las fuerzas para hacer frente a sus verdugos.


Pablo nos da un plan de paz radical: alabemos al Señor en medio de la persecución; démosle gracias cuando enfrentemos pruebas y oremos por todo. Cada oración prepara el corazón contra la ansiedad. Ese es el excelente consejo de un hombre que practicaba lo que predicaba.